domingo, 28 de octubre de 2012

La Influencia De La Corrup$ión En La Iglesia


     Hablar de corrupción es algo no fácil; aunque en los últimos años, en nuestro país este término se ha ido haciendo cada vez más frecuente y familiar. Más difícil aun llega a ser definir lo que es. Buscando en distintos diccionarios encontré algunas palabras y expresiones a modo de sinónimos: Vicio, adulteración, alteración, falsificación, abuso, enfermar algo sano, pervertir una cosa, cometer inmoralidad o ilegalidad, alterar la pureza de algo. Cada expresión nos lleva a algo en particular. No obstante, no hay lugar a dudas que siempre que se habla de corrupción hay una connotación moral sobre el asunto. Ahora, no debemos ser inocentes sobre esta cuestión, la corrupción no es sólo un mal de nuestros días o de Latinoamérica, como muchos quisieran hacernos creer. Estaba presente ya en la época antigua, cuando leemos historia universal, nos sorprendemos de la corrupción descarada de cada periodo. Sin embargo, el mal de la corrupción  no sólo trasciende las edades, sino que también las distintas esferas de las sociedades. Frente a esto, bien vale la pena preguntarnos si ha logrado penetrar la iglesia o si la Iglesia tiene manifestaciones, abiertas o veladas, de corrupción, y  si las hay ¿De qué estamos hablando? Honestamente creo que la palabra corrupción es algo fuerte como para pensar que exista en la Iglesia de Cristo o que los cristianos vean influenciado su actuar en la vida de Iglesia por ella. Sin embargo, es una realidad que se ha metido entre los creyentes.

     Si tomamos atención en los acontecimientos de Jesús podemos notar esta influencia ya en sus discípulos y Jesús tuvo que enfrentar el asunto de manera franca y abierta. Marcos 9:33-37 nos cuenta como un día camino a Capernaum los discípulos llevaban cierta disputa. Cuando Jesús les pregunta el motivo, ellos callan avergonzados; el motivo… ¿Quién sería el mayor?. Los discípulos, preocupados posiblemente por el privilegio dado a Pedro, Jacobo y Juan de presenciar la transfiguración del Señor comienzan a pensar en quién llevaría el liderazgo y, probablemente, cada uno de ellos se consideraba, a sí mismo, capaz de hacerlo y mas aun dispuesto a hacerlo, y según el relato bíblico nos parece que cada uno estaba dispuesto a defender lo que creían su derecho, aunque Jesús de manera tierna y didáctica toma a un niño y lo presenta ante ellos, parece que no aprendieron la lección. Después de que Jesús anunciara su muerte, ellos sacan sus ojos del liderazgo humano y piensan en honras especiales, es así como el mismo Marcos (10:35) nos cuenta como Jacobo y Juan se acercan al Señor para pedir un sitial especial y privilegiado en la eternidad. No conformes con eso la madre también solicita lo mismo para sus hijos (Mateo 20:20) aunque tal vez estaban los tres juntos pidiéndolo. Cuando leemos esto en los evangelios, tendemos a pensar “Que duros eran estos discípulos” o “Que carnales eran”, pero ¿no sucede así hoy en día? ¿Jamás hemos visto una lucha de poder en la Iglesia? ¿Jamás hemos visto a alguien defender su cargo con pasión? ¿Jamás hemos visto a alguno imponer sin razones su autoridad? Si no las hay en la actualidad ¿Por qué el sometimiento cuesta tanto?. Pablo también sabía muy bien de esto, por ello, cuando le escribe a Timoteo le dice “…Si alguno anhela obispado, buena obra desea” y luego se apresura a aclarar “Pero es necesario que el obispo sea…” (1ª Timoteo 3:1,2) Siempre habrá quienes anhelen poder y usen la Iglesia para alcanzar sus anhelos confundiendo el servicio espiritual, con el poder humano, siempre ha habido y habrá quienes vean en los cargos una tribuna de poder y estatus y que, por ello mismo, estén dispuesto a obtenerlos de cualquier forma, mintiendo sobre otros, poniéndose (según su propia opinión) en un nivel espiritual más elevado que otros, descalificando a sus hermanos, aun aludiendo a profecías que le sitúan en un mejor nivel, o a través de la falsa humildad.

     Pero no es el anhelo de poder la única forma de corrupción que suele atacar a la Iglesia; la ideologización, que llega a polarizar las congregaciones incluso al punto de dividirlas, también es una forma de corrupción; la creciente tolerancia del evangelio actual que busca justificar el pecado, acomodándose a los tiempos modernos y aceptando los pecados socialmente menos repudiables y aun conviviendo con ellos, es una corrupción del evangelio de Jesucristo. El Pragmatismo que se pone sobre la revelación bíblica, como bien señala Gary Gilley muchos de nosotros estamos dispuestos a usar cualquier enfoque disponible para cumplir con nuestras metas, incluso si esos enfoques y/o objetivos no sean compatibles con la voluntad revelada de Dios. Nuestro credo es: “Si funciona debe ser de Dios” porque, después de todo, la bendición externa de Dios es el criterio por el cual a menudo medimos la aprobación de Dios. Utilizando el estándar del pragmatismo en vez de la Escritura, podemos con toda buena conciencia vivir vidas y podemos desarrollar ministerios que tienen la apariencia de sabiduría, pero no obstante, nos quedamos seriamente cortos del estándar de Dios.


     Podría decir mucho más sobre cada una de estas cosas y aun agregar muchas otras formas de corrupción, pero realmente no creo que no nos hubiésemos dado cuenta de que esto sucede en nuestro entorno evangélico. El problema real es que no hemos reaccionado frente a ello o quizás lo veamos hasta como inherente de la fe, y probablemente nosotros mismos en algún momento hemos corrompido en algo el evangelio. Jesús  se encargo de mostrarnos el remedio para este mal. Jesús mismo fue quien estableció las bases de su reino al expresar, con todo detalle, en el Sermón del Monte (Mateo 5), como debe ser la vida de los que moran en su reino. Un reino que tiene leyes contra las cuales choca la sociedad moderna, no es precisamente un reino para volvernos populares, para congraciarnos con todo el mundo, o un reino donde tenga lugar los eufemismos, es un reino mas bien de conflicto “No penséis que he venido para traer paz…sino espada…He venido para poner en disensión al hombre…” (Mateo 10:34,35) y por otro lado, muy distinto de lo que el mundo nos enseñó, en este reino, el único instrumento de poder, es el servicio. Jesús dio el ejemplo en aquella cena pascual cuando se levantó y tomo el lugar de siervo (ya que ninguno de los discípulos tomó ese lugar, porque no estaban dispuestos a lavarse los pies entre ellos) y comenzó a lavar los pies de ellos, avergonzados y sorprendidos no fueron capaces de decir nada y el Maestro les enseñó, a ellos y a nosotros algo que no debemos olvidar:

“…ejemplo os he dado para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis …el siervo no es más que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió”. (Juan 13:15,16).

     El remedio para toda clase de corrupción es el servicio a Dios y vivir bajo las normas de su reino, ese debe ser siempre nuestro mayor anhelo, entonces, alcanzaremos la verdadera dicha, el mismo Cristo lo prometió “Si sabéis estas cosas, bienaventurado (Dichoso, feliz) seréis si las hiciereis”. (Juan 13:17).

     Rechacemos de la forma más tajante, cualquier clase de corrupción en la iglesia, seamos más siervos unos de otros y estaremos haciendo la verdadera voluntad de Aquel que nos llamó.


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