Hablar
de corrupción es algo no fácil; aunque en los últimos años, en nuestro país
este término se ha ido haciendo cada vez más frecuente y familiar. Más difícil
aun llega a ser definir lo que es. Buscando en distintos diccionarios encontré
algunas palabras y expresiones a modo de sinónimos: Vicio, adulteración,
alteración, falsificación, abuso, enfermar algo sano, pervertir una cosa,
cometer inmoralidad o ilegalidad, alterar la pureza de algo. Cada expresión nos
lleva a algo en particular. No obstante, no hay lugar a dudas que siempre que
se habla de corrupción hay una connotación moral sobre el asunto. Ahora, no
debemos ser inocentes sobre esta cuestión, la corrupción no es sólo un mal de
nuestros días o de Latinoamérica, como muchos quisieran hacernos creer. Estaba
presente ya en la época antigua, cuando leemos historia universal, nos
sorprendemos de la corrupción descarada de cada periodo. Sin embargo, el mal de
la corrupción no sólo trasciende las
edades, sino que también las distintas esferas de las sociedades. Frente a esto,
bien vale la pena preguntarnos si ha logrado penetrar la iglesia o si la Iglesia tiene
manifestaciones, abiertas o veladas, de corrupción, y si las hay ¿De qué estamos hablando?
Honestamente creo que la palabra corrupción es algo fuerte como para pensar que
exista en la Iglesia
de Cristo o que los cristianos vean influenciado su actuar en la vida de
Iglesia por ella. Sin embargo, es una realidad que se ha metido entre los
creyentes.
Si
tomamos atención en los acontecimientos de Jesús podemos notar esta influencia
ya en sus discípulos y Jesús tuvo que enfrentar el asunto de manera franca y
abierta. Marcos 9:33-37 nos cuenta como un día camino a Capernaum los discípulos
llevaban cierta disputa. Cuando Jesús les pregunta el motivo, ellos callan
avergonzados; el motivo… ¿Quién sería el mayor?. Los discípulos, preocupados
posiblemente por el privilegio dado a Pedro, Jacobo y Juan de presenciar la
transfiguración del Señor comienzan a pensar en quién llevaría el liderazgo y,
probablemente, cada uno de ellos se consideraba, a sí mismo, capaz de hacerlo y
mas aun dispuesto a hacerlo, y según el relato bíblico nos parece que cada uno
estaba dispuesto a defender lo que creían su derecho, aunque Jesús de manera
tierna y didáctica toma a un niño y lo presenta ante ellos, parece que no
aprendieron la lección. Después de que Jesús anunciara su muerte, ellos sacan
sus ojos del liderazgo humano y piensan en honras especiales, es así como el
mismo Marcos (10:35) nos cuenta como Jacobo y Juan se acercan al Señor para pedir
un sitial especial y privilegiado en la eternidad. No conformes con eso la
madre también solicita lo mismo para sus hijos (Mateo 20:20) aunque tal vez
estaban los tres juntos pidiéndolo. Cuando leemos esto en los evangelios,
tendemos a pensar “Que duros eran estos discípulos” o “Que carnales eran”, pero
¿no sucede así hoy en día? ¿Jamás hemos visto una lucha de poder en la Iglesia ? ¿Jamás hemos
visto a alguien defender su cargo con pasión? ¿Jamás hemos visto a alguno
imponer sin razones su autoridad? Si no las hay en la actualidad ¿Por qué el
sometimiento cuesta tanto?. Pablo también sabía muy bien de esto, por ello,
cuando le escribe a Timoteo le dice “…Si
alguno anhela obispado, buena obra desea” y luego se apresura a aclarar “Pero es necesario que el obispo sea…”
(1ª Timoteo 3:1,2) Siempre habrá quienes anhelen poder y usen la Iglesia para alcanzar sus
anhelos confundiendo el servicio espiritual, con el poder humano, siempre ha
habido y habrá quienes vean en los cargos una tribuna de poder y estatus y que,
por ello mismo, estén dispuesto a obtenerlos de cualquier forma, mintiendo
sobre otros, poniéndose (según su propia opinión) en un nivel espiritual más
elevado que otros, descalificando a sus hermanos, aun aludiendo a profecías que
le sitúan en un mejor nivel, o a través de la falsa humildad.
Pero
no es el anhelo de poder la única forma de corrupción que suele atacar a la Iglesia ; la ideologización, que llega a
polarizar las congregaciones incluso al punto de dividirlas, también es una
forma de corrupción; la creciente
tolerancia del evangelio actual que busca justificar el pecado,
acomodándose a los tiempos modernos y aceptando los pecados socialmente menos
repudiables y aun conviviendo con ellos, es una corrupción del evangelio de
Jesucristo. El Pragmatismo que se pone sobre la revelación bíblica, como bien
señala Gary Gilley “muchos de nosotros estamos dispuestos a usar cualquier
enfoque disponible para cumplir con nuestras metas, incluso si esos enfoques
y/o objetivos no sean compatibles con la voluntad revelada de Dios. Nuestro
credo es: “Si funciona debe ser de Dios” porque, después de todo, la bendición
externa de Dios es el criterio por el cual a menudo medimos la aprobación de
Dios. Utilizando el estándar del pragmatismo en vez de la Escritura, podemos
con toda buena conciencia vivir vidas y podemos desarrollar ministerios que
tienen la apariencia de sabiduría, pero no obstante, nos quedamos seriamente cortos
del estándar de Dios.
Podría
decir mucho más sobre cada una de estas cosas y aun agregar muchas otras formas
de corrupción, pero realmente no creo que no nos hubiésemos dado cuenta de que
esto sucede en nuestro entorno evangélico. El problema real es que no hemos
reaccionado frente a ello o quizás lo veamos hasta como inherente de la fe, y
probablemente nosotros mismos en algún momento hemos corrompido en algo el
evangelio. Jesús se encargo de
mostrarnos el remedio para este mal. Jesús mismo fue quien estableció las bases
de su reino al expresar, con todo detalle, en el Sermón del Monte (Mateo 5), como
debe ser la vida de los que moran en su reino. Un reino que tiene leyes contra
las cuales choca la sociedad moderna, no es precisamente un reino para volvernos
populares, para congraciarnos con todo el mundo, o un reino donde tenga lugar
los eufemismos, es un reino mas bien de conflicto “No penséis que he venido para traer paz…sino espada…He venido para
poner en disensión al hombre…” (Mateo 10:34,35) y por otro lado, muy distinto
de lo que el mundo nos enseñó, en este reino, el único instrumento de poder, es
el servicio. Jesús dio el ejemplo en aquella cena pascual cuando se levantó y
tomo el lugar de siervo (ya que ninguno de los discípulos tomó ese lugar, porque
no estaban dispuestos a lavarse los pies entre ellos) y comenzó a lavar los
pies de ellos, avergonzados y sorprendidos no fueron capaces de decir nada y el
Maestro les enseñó, a ellos y a nosotros algo que no debemos olvidar:
“…ejemplo os he dado para
que como yo os he hecho, vosotros también hagáis …el siervo no es más que su
señor, ni el enviado es mayor que el que le envió”. (Juan 13:15,16).
El
remedio para toda clase de corrupción es el servicio a Dios y vivir bajo las
normas de su reino, ese debe ser siempre nuestro mayor anhelo, entonces,
alcanzaremos la verdadera dicha, el mismo Cristo lo prometió “Si sabéis estas cosas, bienaventurado
(Dichoso, feliz) seréis si las hiciereis”. (Juan 13:17).
Rechacemos
de la forma más tajante, cualquier clase de corrupción en la iglesia, seamos
más siervos unos de otros y estaremos haciendo la verdadera voluntad de Aquel
que nos llamó.
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