Para ninguno de nosotros es sorpresa que la violencia se
instala con mayor propiedad cada día en nuestra sociedad actual. Las protestas
ya no sólo necesitan cacerolazos, ni tomas de calles, tienen que llegar al
destrozo máximo de su entorno y a agresiones personales. Los femicidios y
parricidios, son infaltables en los noticieros. Las violaciones y abusos
sexuales se dan a conocer día tras día. Y en este último mes, el repudiable
asesinato de dos ancianos que fueron quemados vivos en su propia casa. Más de siete
atentados incendiarios se vivieron en menos de dos semanas en la zona de la
Araucanía. Esto último hace que no sea casual ver vehículos con la escritura
“Paz en la Araucanía”. No obstante, aunque el deseo de la mayor parte de la
sociedad es la paz, esta parece esquiva y fácilmente desplazada por la
violencia. Como hijos de Dios podemos preguntarnos ¿Qué tiene que decir la
Biblia acerca de esto? ¿Es posible una solución real a la violencia? ¿Es
posible erradicarla? ¿Cómo alguien criado en un ambiente de violencia y que no
conoce otra forma de solucionar los problemas, puede abandonar esta práctica?
Si buscamos al responsable de la violencia podemos
remitirnos al primer hecho de violencia que registra la Biblia. Un día como
cualquier otro Caín y Abel; ambos hermanos, reciben distinta aprobación de Dios
por su acto de adoración. Caín se enfurece con esto y de manera premeditada
aleja a su hermano hasta ponerlo en el punto de debilidad que deseaba para
quitarle la vida, una vez que le ha quitado la vida es encarado por Dios, pero
en lugar de mostrar arrepentimiento, lo que hace es enfrentar a Dios y mostrarse
en total desacuerdo con sus designios; primero, no mostrando ningún apego hacía
su hermano (Gn. 4:9) y luego, reclamando a Dios por su condena (Gn. 4:13-14).
Luego de esto Caín sale de la presencia de Dios y edificó la primera ciudad
(Gn. 4:9, 14,17). Caín construye el sistema urbano que lleva en sí su
violencia.
Después del diluvio, la primera ciudad fue fundada por
Nimrod (que significa “rebelde” y es tipo del anticristo) (Gn. 10:8-10) construyó un gran
reino, el de Babilonia el más terrible y violento de todos. Y así Nimrod impregnó el sistema urbano de su
misma violencia y rebeldía, tal cual lo había hecho su antecesor Caín.
Así entendemos porque la ciudad lleva en sí misma la
violencia. No importa que nombre tome; homicidio, parricidio, femicidio o
cualquier otro, no son otras marcas, sino las de Adán, las de la caída, las de
la desobediencia e incredulidad. ¿Estamos nosotros obligados a llevar estas
marcas de violencia en nuestra vida urbana? ¿Estamos por esto obligados a
formar nuestros hogares con violencia? NO, No estamos obligados a cultivar las
marcas de Adán, de Caín, de Nimrod. La Biblia nos dice que para esto vino
Cristo, el segundo Adán ( Ro. 5:12-21)
para formar una raza diferente, un linaje que lleve luz y esperanza (1 P. 2:9).
Nuestras familias y nuestras ciudades hoy pueden llevar la marca de Cristo que
es una marca de gracia y amor. Eso nos permite vivir en justicia y en paz. No
olvidemos que la violencia halla su final cuando la luz de Cristo llega al
hogar y la ciudad. Esto implica un gran desafío para nosotros. En primer término,
volver a predicar la Biblia desde el púlpito. El mismo
Pablo pide por ello para que al abrir la boca le sea dada Palabra (Ef. 6:19) esa
debe ser también nuestra oración, no la prédica de ideologías o cuestiones teóricas ni otras cosas
que vemos proliferar y extenderse como laureles verdes en nuestra sociedad actual, nuestra prédica debe ser el Mensaje puro de Jesucristo dado a través de
Su Espíritu a quienes hacemos uso del púlpito. Como segunda cosa, dedicar
tiempo para hablar de la familia y enseñar los principios que la Biblia tiene para
construir la familia que Dios espera. En tercer término desarrollar una
pastoral familiar que nos ayude a apoyar a quienes comienzan el camino del
matrimonio, como también a detectar a tiempo los males que atacan a las
familias de nuestras iglesias, y por ultimo quisiera hacer un llamado a no
descuidar nuestra misión que es presentar a Cristo para que las almas salgan de
las tinieblas y conozcan la luz admirable de Jesucristo; si lamentamos estos
males y tenemos que reflexionar sobre ellos es porque sociedad de hoy no conoce
a Jesucristo, por ello no pueden conocer el verdadero amor, por lo tanto no
puede construir relaciones en base del amor real, lo dice Juan en su Primera
Carta versículo 7 y con facilidad lo resume en el versículo 8 “El
que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. Dejemos, de lamentarnos -solamente- por lo que nos horroriza cada día al ver las noticias, y pongamos
las manos al arado, nos está esperando una sociedad que necesita ser liberada de las marcas de la caída.
No hay comentarios:
Publicar un comentario