martes, 15 de enero de 2013

Las Marcas De La Caída...

      Para ninguno de nosotros es sorpresa que la violencia se instala con mayor propiedad cada día en nuestra sociedad actual. Las protestas ya no sólo necesitan cacerolazos, ni tomas de calles, tienen que llegar al destrozo máximo de su entorno y a agresiones personales. Los femicidios y parricidios, son infaltables en los noticieros. Las violaciones y abusos sexuales se dan a conocer día tras día. Y en este último mes, el repudiable asesinato de dos ancianos que fueron quemados vivos en su propia casa. Más de siete atentados incendiarios se vivieron en menos de dos semanas en la zona de la Araucanía. Esto último hace que no sea casual ver vehículos con la escritura “Paz en la Araucanía”. No obstante, aunque el deseo de la mayor parte de la sociedad es la paz, esta parece esquiva y fácilmente desplazada por la violencia. Como hijos de Dios podemos preguntarnos ¿Qué tiene que decir la Biblia acerca de esto? ¿Es posible una solución real a la violencia? ¿Es posible erradicarla? ¿Cómo alguien criado en un ambiente de violencia y que no conoce otra forma de solucionar los problemas, puede abandonar esta práctica?

      Si buscamos al responsable de la violencia podemos remitirnos al primer hecho de violencia que registra la Biblia. Un día como cualquier otro Caín y Abel; ambos hermanos, reciben distinta aprobación de Dios por su acto de adoración. Caín se enfurece con esto y de manera premeditada aleja a su hermano hasta ponerlo en el punto de debilidad que deseaba para quitarle la vida, una vez que le ha quitado la vida es encarado por Dios, pero en lugar de mostrar arrepentimiento, lo que hace es enfrentar a Dios y mostrarse en total desacuerdo con sus designios; primero, no mostrando ningún apego hacía su hermano (Gn. 4:9) y luego, reclamando a Dios por su condena (Gn. 4:13-14). Luego de esto Caín sale de la presencia de Dios y edificó la primera ciudad (Gn. 4:9, 14,17). Caín construye el sistema urbano que lleva en sí su violencia.

      Después del diluvio, la primera ciudad fue fundada por Nimrod (que significa “rebelde” y es tipo del anticristo) (Gn. 10:8-10) construyó un gran reino, el de Babilonia el más terrible y violento de todos.  Y así Nimrod impregnó el sistema urbano de su misma violencia y rebeldía, tal cual lo había hecho su antecesor Caín.

      Así entendemos porque la ciudad lleva en sí misma la violencia. No importa que nombre tome; homicidio, parricidio, femicidio o cualquier otro, no son otras marcas, sino las de Adán, las de la caída, las de la desobediencia e incredulidad. ¿Estamos nosotros obligados a llevar estas marcas de violencia en nuestra vida urbana? ¿Estamos por esto obligados a formar nuestros hogares con violencia? NO, No estamos obligados a cultivar las marcas de Adán, de Caín, de Nimrod. La Biblia nos dice que para esto vino Cristo, el segundo Adán  ( Ro. 5:12-21) para formar una raza diferente, un linaje que lleve luz y esperanza (1 P. 2:9). Nuestras familias y nuestras ciudades hoy pueden llevar la marca de Cristo que es una marca de gracia y amor. Eso nos permite vivir en justicia y en paz. No olvidemos que la violencia halla su final cuando la luz de Cristo llega al hogar y la ciudad. Esto implica un gran desafío para nosotros. En primer término, volver a predicar la Biblia desde el púlpito. El mismo Pablo pide por ello para que al abrir la boca le sea dada Palabra (Ef. 6:19) esa debe ser también nuestra oración, no la prédica de ideologías o cuestiones teóricas ni otras cosas que vemos proliferar y extenderse como laureles verdes en nuestra sociedad actual, nuestra prédica debe ser el Mensaje puro de Jesucristo dado a través de Su Espíritu a quienes hacemos uso del púlpito. Como segunda cosa, dedicar tiempo para hablar de la familia y enseñar los principios que la Biblia tiene para construir la familia que Dios espera. En tercer término desarrollar una pastoral familiar que nos ayude a apoyar a quienes comienzan el camino del matrimonio, como también a detectar a tiempo los males que atacan a las familias de nuestras iglesias, y por ultimo quisiera hacer un llamado a no descuidar nuestra misión que es presentar a Cristo para que las almas salgan de las tinieblas y conozcan la luz admirable de Jesucristo; si lamentamos estos males y tenemos que reflexionar sobre ellos es porque sociedad de hoy no conoce a Jesucristo, por ello no pueden conocer el verdadero amor, por lo tanto no puede construir relaciones en base del amor real, lo dice Juan en su Primera Carta versículo 7 y con facilidad lo resume en el versículo 8 “El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”. Dejemos, de lamentarnos -solamente-  por lo que nos horroriza cada día al ver las noticias, y pongamos las manos al arado, nos está esperando una sociedad que necesita ser liberada de las marcas de la caída.  

lunes, 14 de enero de 2013

Agradecimientos del hermano Mauro González...


     Estimados pastores e iglesias:
      Un afectuoso saludo en el amor de nuestro Señor Jesucristo.
      El motivo de la presente,  tiene por objeto  compartir a través del distritosuracym.blogspot.com y como evangelista  del Distrito Sur mis agradecimientos en primer lugar a Dios y a cada pastor e iglesia,  que durante el año 2012 tuvimos la bendición y alegría de trabajar en conjunto para  realizar  "cruzadas" y "actividades evangelísticas". 
      Fueron tiempos  hermosos, donde la presencia y gracia del Señor  trajo salvación, restauración y sanidad a muchas vidas. 
      Recorrimos compartiendo la Palabra  gran parte del Distrito Sur, siendo recibidos con gran cariño por cada uno de los hermanos donde nos tocó hospedarnos. Muchas Gracias por toda la Hospitalidad!!
      También informo que estamos agendando para el 2013, por lo tanto para cualquier invitación o consulta se pueden comunicar a nuestro email maurogonzalezvillarroel@gmail.com

"Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, 
para que sepáis que tenéis vida eterna, 
y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios." 1ra. Juan 5:13

      Gracias, un abrazo y bendiciones, atentamente:

Hno. Mauro González Villarroel